Una mirada…desde infantil. Reflexiones de una maestra.


Susana - Posted on 18 May 2009

17 de Mayo de 2009

No hay que remontarse muy atrás para conocer mis primeros encuentros con la Inclusividad... Conversaciones con una amiga, gran profesional -defensora acérrima de la Inclusión-, algunas lecturas promovidas desde profesorado de la titulación de Psicopedagogía que al fin he terminado…y la vida misma.

La experiencia que, con suerte, he tenido en los últimos años, ha propiciado que se vayan conformando en mi cabeza una serie de ideas relacionadas con este término, que hasta hace poco no entendía realmente, y no sólo esto, sino que además, y con franqueza, no veía posible.

Afortunadamente, voy constatando que una escuela inclusiva está en la línea de la democratización de nuestras escuelas, y todo lo que suponga garantizar una escuela pública igualitaria es algo que me atrae y anima a profundizar sobre ello. Aún así, soy una gran desconocedora de este tema, y me queda mucho por aprender. Parafraseando a Sócrates, “sólo sé que no sé nada”.

Por todo esto, el tema propuesto para este año me resultó muy sugerente, y desde el principio lo tomé en serio. A eso le podemos unir el optimismo que llevaba al encontrarme por primera vez en un centro con carácter definitivo, e iniciando como tutora el ciclo con una clase de alumnado de 3 años de edad. Es decir, se abría delante de mis ojos un amplio abanico de oportunidades, agitado sobre todo con ILUSIÓN.

Los principios… Septiembre de 2008.

Al iniciar el curso, me encontré con 24 pequeños de 3 años con unas ganas inmensas de explorarlo todo, algunos con algo de miedo, otros con su apego… Un importante mestizaje de culturas con niños de 7 nacionalidades diferentes, además de un niño de etnia gitana que vive en un núcleo chabolista conocido en Sevilla como “El Vacie”, y tres niños que en los primeros días apuntaban alguna dificultad, dos de ellos con un retraso significativo del lenguaje y otro que mostraba un comportamiento “extraño”, que evidenciaban una atención especial.

El haber estado los tres años anteriores en un centro de compensatoria específico de educación infantil y con apoyo a la integración, me ha hecho tomar conciencia de la necesidad de aprovechar los recursos de los que se dispone el centro, así como de la necesidad de una pronta detección y adecuada intervención, sobre todo a estas edades, porque todo lo que se pueda hacer ahora, es tiempo que ganamos para el futuro. La estimulación precoz en infantil es fundamental. Pero por desgracia, ésta idea no es compartida en los centros de Infantil y Primaria, donde lo último que importa es Infantil (no hay más que acudir a un claustro para entenderlo, con suerte, el 10% del tiempo total se dedica a algún aspecto relacionado con esta etapa, ya que el resto es para Primaria). Parece que sólo nos dedicamos a “jugar”, y lo que es peor, entendido en términos peyorativos.

Conocedora de los protocolos que existen para solicitar evaluaciones psicopedagógicas a los alumnos y alumnas, acudí a Dirección para iniciar el protocolo a dos alumnos, pero la respuesta obtenida fue que, eran demasiado pequeños, y que habría que esperar… ¿cuánto?... Solicité alguna orientación para mí, pero la respuesta obtenida fue que sin evaluación no había ninguna pauta… por tanto estamos en Mayo y aún nadie ha venido a conocer a uno de los pequeños, porque el otro, ha regresado a su país.

En un principio acepté la idea de que estaba sola y de que, lo peor de todo, también mis niños estaban solos, y la única ayuda que obtendrían sería la que yo pudiese brindarles.

Me encontraba con una clase muy heterogénea, con niveles muy diferenciados, y por tanto, donde todos, tenían necesidades, cada uno la suya, y donde hasta yo misma las tenía.

Empecé a entender que la Inclusión va más allá, que en mi clase no requiere de la intervención ni diagnóstico de un especialista puesto que se da en otro alumnado sin n.e.e. y depende de mí aportar esos cambios en la intervención del aula. La dificultad estaba en cómo aportar esos cambios, ahí empezaba en trabajo.

Buscando ayuda…

A finales de octubre inicié un curso de Gestión de las emociones en la educación infantil, con Silvia Palou, que me ha aportado muchísimo tanto a nivel profesional como personal. Pero me quedo sobre todo con una cosa, con lo imprescindible que resulta organizarnos en función de las necesidades de los niños y niñas, pero de verdad.

Y empecé a ver interconectados ambos núcleos, es decir, Inclusión y Educación emocional.

Como desde el colegio tenía pocos apoyos, acudí a una amiga del gremio, con la que empecé a colaborar, la misma de las conversaciones de tiempo atrás, y a finales de Diciembre decidimos iniciar una investigación sobre el desarrollo emocional de los niños y niñas de esta edad, y la influencia que podían tener en éste, los procesos de investigación iniciados por las pequeñas y pequeños, intentado generar y seguir unos principios de Inclusividad en el aula. Aunque con mucha ilusión, reconozco que tanta envergadura se me venía un poco encima.

Vino a clase en Enero, para tener una idea más clara del contexto de investigación, conocer a mis pequeños alumnos y ofrecerme algunos consejos desde su conocimiento. Establecimos un plan de trabajo, empezamos a documentarnos sobre la investigación -acción, recopilamos bibliografía sobre el diario de clase, cómo aprenden los niños y niñas, sobre las emociones en educación infantil…también sobre Inclusividad. Y pretendíamos que los niños realizaran una investigación aunque fuera muy breve, pero nuestros planes se vieron truncados porque desde finales de Febrero estuve de baja, hasta primeros de Mayo. Esto no limitó tanto nuestros encuentros para seguir avanzando en el proyecto a nivel teórico, pero sí en a nivel práctico. Decidimos pedir ayuda y acudimos a manos de expertos para orientarnos en el proyecto, proyecto que resultaba ambicioso y un poco inabarcable por tiempo, recursos y circunstancias personales y hemos reorientado.

Este panorama ha influido negativamente no sólo en nuestro proyecto inicial, como resulta evidente, sino también en las conclusiones que esperábamos poder aportar para este 10º Encuentro de la RedIres.

No obstante, aunque las ganas estén acumuladas, y las energías e ilusión renovadas y reservadas para el próximo curso, nada de esto ha impedido la reflexión en torno a los factores que favorecerían que mi aula fuera realmente inclusiva, y en la que consecuentemente fuera posible un trabajo por investigación

Para realizar esta labor he tomado como punto de análisis mi diario de clase, iniciado en octubre, que he releído, acentuando algunos temas que se repiten con intención de analizarlos. Asimismo, he utilizado el “Índice de Inclusión, Desarrollando el aprendizaje y la participación en las escuela”, de Tony Booth y Mel Ainscow, especialmente algunos de sus Indicadores y preguntas para desarrollar prácticas inclusivas.

Mis conclusiones.

Me parece adecuado para ganar claridad, continuar mi discurso en torno a grandes bloques de contenido sobre los que he reflexionado, que son los siguientes:

- Los libros de texto… y sus fichas.

Algo que ha jugado muy en contra nuestra, durante el año, y me refiero en pos de un enfoque inclusivo, ha sido la imposición del libro de texto, considerable atraso desde mi punto de vista, ya que en ese colegio hacía tiempo que se trabajaba sin libro. Pero cuando me incorporé al centro en septiembre, ese acuerdo ya estaba tomado. Afortunadamente, mi compañera de nivel y yo hemos ido “sobrellevando” las dichosas fichas y adaptándolo lo máximo posible a nuestras necesidades y las de los niños y niñas, y no a la inversa. Esto me ha impedido bastante desarrollar una metodología de investigación, en especial si tenemos en cuenta que el primer trimestre de 3 años, es dedicado de forma íntegra a la adaptación, generación de vínculos de seguridad en la escuela e interiorización de normas y hábitos básicos de convivencia. Pero lo que si me ha hecho es reflexionar mucho sobre lo poco inclusivas que son las fichas, y sobre todo, lo poco que favorece la Inclusividad organizar la jornada en torno a éstas, principalmente porque impiden adaptarse a las necesidades individuales de cada niño y niña. No suelen ser representativas de los intereses del alumnado, no permiten ni facilitan contextualizar los aprendizajes…y por el contrario, favorecen actividades de efectuación, y un aprendizaje por repetición y memoria. Son muchas las críticas que haría a éstas, pero prefiero no centrar mi discurso en este punto.

Lo más positivo que veo en este sentido, es que, en el nivel, hemos decidido ya, que el próximo curso trabajaremos sin libro, siguiendo una metodología por proyectos e investigación, cosa que me ilusiona enormemente.

- La jornada.

Ser conciente realmente de la necesidad de adaptar la jornada escolar a las necesidades de los niños y niñas, incluso anteponiéndolas a las nuestras como maestras /os, supone un reto a veces algo difícil de superar, en primer lugar porque romper con esto, supone romper en gran medida con lo que te han enseñado durante años en tu larga trayectoria como estudiante, en segundo porque supone enfrentarte y modificar muchas de las creencias que tienes de ti misma, en tercero porque también implica una ruptura con lo convencionalmente establecido en la escuela, y en cuarto y último, porque no existe una receta mágica que te diga “cómo se hace eso”… He llegado a la conclusión de que no la hay porque realmente no se trata de que la haya, sino de generarla en el aula, y entre todas las personas que están en ella.

Actualmente considero imprescindibles para que mi aula sea inclusiva, llevar a cabo ciertos principios de actuación como son:

- Estar atenta a las necesidades que presentan o pueden presentar todos mis alumnos y alumnas, manteniendo una actitud de escucha activa y observación permanente.

- Buscar respuesta a éstas, entendiendo que no depende sólo de mí, y que puede aparecer en cualquier momento.

- Dar tiempo a las cosas, sin agobios, evitando frustraciones innecesarias.

- Ser conciente de que los cambios no se producen de forma inmediata. Para conseguir cambios profundos la constancia y el tesón son importantes, y hay que intentar tener las ideas muy claras, y bien fundamentadas.

- Organizar de forma flexible los tiempos. Esto ayuda a quitar ansiedad tanto al adulto como a los niños /as. No pasa nada si las cosas no salen según lo previsto, la improvisación a veces es necesaria y saludable. Esto genera un aprendizaje imprescindible para la vida, las cosas, no son siempre como uno quisiera o había pensado.

- Tratar con especial atención y cuidado los espacios. Es importante que cada uno lo sienta como suyo, recogiendo las aportaciones propias, donde el material sea accesible. En este sentido la distribución por zonas de actividad o rincones, recoge la diversidad de intereses y favorece la adaptación a los diferentes ritmos de aprendizaje, el desarrollo de distintas propuestas de actividad…que no sean al menos de todos a la vez haciendo lo mismo.

- Cuidar con tacto la asamblea. Ésta supone un mágico momento de intercambio y riqueza cultural, donde se conocen, y trabajan casi sin darse cuenta valores y actitudes tan importantes como el respeto a los demás y a sus diferencias, la paciencia, la igualdad, el compartir, la escucha.

- Prestar atención a las emociones de mi alumnado y a las mías propias. La educación emocional es imprescindible en las escuelas, afortunadamente los avances científicos apuntan a esta idea, porque una escuela democrática, inclusiva, donde todos somos diferentes y tenemos necesidades, precisa que prestemos atención a cómo nos sentimos, y por qué nos sentimos de ésta u otra manera. Afortunadamente empieza a desmontarse el mito de mente y cuerpo como única dicotomía, que animaba sólo a educar la mente (razón), ahora se está descubriendo que el papel de las emociones juega un importante papel en los aprendizajes, especialmente en esta etapa. Tenemos que simular situaciones en las que aprendan a decir NO, aprender a pedir cosas que nos da vergüenza pedir o querríamos, aprender a pedir ayuda y que sepan darla….

- La colaboración interprofesional

Dado lo vivido, entiendo como otro factor imprescindible para favorecer la inclusión, la colaboración entre los distintos profesionales del centro. Y por colaboración no me refiero a que cada uno haga “lo que le toca” y se lo traslade a los demás, no, entiendo la colaboración como resultado de una práctica docente en la que todos se sienten importantes en la contribución al desarrollo y aprendizaje del alumnado, y mediante un proceso de ayuda mutua, trabajan para ello.

Los momentos de soledad te llevan a veces a un mayor aislamiento, ante eso creo que la actitud más útil es justamente la contraria, apertura. Esa implicación de todos es deseable, pero no siempre se consigue.

Entiendo que para cambiar esta cultura escolar, se necesita un cambio de actitud de todas las personas implicadas, una predisposición distinta, así como una mayor dinamización desde los equipos directivos, no obstante, la burocratización que aprisiona a menudo los centros es un gran inhibidor de este cambio.

- Las familias

En la línea de lo expuesto, no podría obviar este colectivo tan importante como es las familias.

A menudo en los centros, se tiende a decir que son de puertas abiertas, aunque su currículum oculto demuestra justamente lo contrario. Centrándome en mi experiencia propia, ha habido muchos momentos durante el curso en lo que hubiera necesitado un mayor contacto con ellos (bastante limitado por las normas de mi Centro… otra batalla para el año próximo), y presupongo que esto mismo ocurrirá al contrario.

La relación con las familias no es fácil a veces, pero estoy convencida de que mantener una relación de confianza, con una comunicación fluida, cálida y bidireccional, es un factor más para una escuela inclusiva, de todos y para todos.

- Inclusión va más allá.

No obstante, el enfoque inclusivo debe tender a “una escuela abierta a la comunidad” en la que todos tengan cabida y puedan aportar para beneficiar al alumnado, esto supondría además una manera de solventar en cierta medida la escasez de recursos personales de los que a veces disponemos. No obstante esto requiere un esfuerzo personal y cambio de mentalidad que no todos están dispuestos a mostrar.

Bibliografía:

- Índice de Inclusión, Desarrollando el aprendizaje y la participación en las escuela, de Tony Booth y Mel Ainscow. Unesco.

- El piso de abajo de la escuela. Los afectos y las emociones en el día de la escuela infantil. Carmen Díez Navarro. Edit. Graó. Barcelona 2002.

- Sentir y Crecer. El crecimiento emocional en la infancia. Silvia Palou. Edit. Graó. Barcelona 2004.

- Cómo desarrollar la inteligencia emocional infantil. Guía para padres y maestros. Guillermina Baena. Sevilla,2005 Editorial Trillas. Colección Eduforma (MAD)

- El diario del profesor. Un recurso para la investigación en el aula. Rafael Porlán y José Martín, Sevilla 1991 1ª Edic. Colección investigación y enseñanza. Editorial Díada.

- Cómo trabajar con las ideas de los alumnos. Rosario Cubero, Sevilla 1989. Colección investigación y enseñanza. Editorial Díada.

- Artículo: Trabajar las emociones en la escuela. Carmen Boix.

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